El repentino apagón sumió todo en una extraña oscuridad y la devolvió a un confuso presente, donde en medio de una anómala quietud… palpitaba un profundo silencio que la hizo consciente de la fuga de vida a su alrededor. Todo permanecía detenido; lo percibió casi como un rapto sideral. Como si hubiese dejado atrás todo lo conocido y vivido hasta ese momento, sin importarle en absoluto.
Solo los faros de su coche y la equívoca luz que bailaba en el semáforo, alumbrando aquella insólita puerta surgida de la nada en el borde izquierdo del camino… parecían mostrar algún tipo de vida.
Un incierto e hipnótico umbral, que no dudó en atravesar para viajar a su destino.
remate inesperado, perturbador. amé.
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Siempre acudimos al encuentro con nuestro destino… al menos algunas 🙂
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Bello espacio, lleno de luz a pesar del apagón. te sigo.
Abrazo!
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Inquietante.
Hay umbrales que no nos atrevemos a traspasar.
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Solo tu podías escribir algo así… Si Madame, la vida alrededor es la que se va, y es ahí donde empiezan a perder claridad todas las cosas, porque como tú bien dices, no importan en absoluto cuando todo se detiene, lo que prevalece es lo que se halla a la izquierda, siempre en esa izquierda acechante, oscura e incierta; una puerta, un sendero o una brecha entre la niebla.
Y si vuelve la luz… ya no cambiará el contorno de las cosas. Es el precio de cruzar el umbral.
Quizá en eso consista la sabiduría.
Y si no es así… qué más da.
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Los que escriben suelen aspiran a ampliar su radio de influencia. Pero a veces parece más bien que te diriges lentamente pero con determinación, hacia el silencio.
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Habría que definir, ‘radio de influencia’… amigo *entangled* 🙂
Pero, no a veces, si no en todo caso… algunos de los que escribimos, aunque nos guste que nos lean (porqué publicar sinó) lo hacemos fundamentalmente para nosotros mismos, aún en la fábula más peregrina.
Y el ‘silencio’, en principio, no sólo no es un mal destino (en mi opinión, claro) en realidad, es hacia donde todos nos dirigimos. Creo.
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